El departamento de Recursos Humanos, considerado hace unas décadas como un órgano de apoyo en la estructura organizacional de las empresas, se limitaba a cumplir con lo estrictamente exigido por la ley. Los trabajadores acudían a recursos humanos cuando surgía un retraso en sus pagos o alguna riña en las oficinas.
Los tiempos han cambiado, nuevas generaciones cohabitan en una misma empresa sumergidos en un mundo altamente tecnológico donde claramente las expectativas de sus integrantes son otras. No solo basta pagar al trabajador en su fecha , ofrecerle espacios de trabajo cómodos o adelantarles las vacaciones para conseguir su satisfacción y el tan deseado compromiso incondicional, ese que va más allá de un esfuerzo limitado por las responsabilidades rutinarias bajo un horario fijo. Los empresarios ya no pueden basarse en estas practicas tan básicas y minimamente esperadas por sus empleados, aumentarles el sueldo o crear incentivos sólo los retendrá por un tiempo más, pero no asegura su compromiso y menos aún esa entrega e identificación con la empresa que lo convierte en un colaborador que trabaja no por presión sino por convicción.
En primer lugar entender que cuidar a los empleados es la mejor inversión para el desarrollo de la empresa, ellos cuidarán de su negocio si este compromiso es real. Este compromiso no se consigue por términos económicos. Cada persona tiene un motivante que lo impulsa. Algunos se motivan con el reconocimiento personal, otros por el reconocimiento social, hay otro grupo que el logro de objetivos, etc.
Descubrir que motiva realmente a nuestras personas sin por ello desmejorar sus requerimientos mínimos hará del lugar de trabajo, un lugar de realización personal.
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